Este trabajo es un comentario que surgió en las discusiones sobre los textos políticos en la NEL Maracaibo, especialmente las reflexiones surgidas a partir del texto “Teoría de Turín acerca del sujeto de la Escuela” de Jacques Alain Miller.En Turín, Miller propuso una teoría: la Escuela es un sujeto, es un sujeto interpretable analíticamente. Sostuvo que la vida de la Escuela está hecha para ser interpretada y extrajo los efectos de este “subjetivar” la escuela.
En este discurso, Miller indicó de qué manera Lacan adjudicó el significante SAMCDA (Sociedad de asistencia mutua contra el discurso analítico) a la IPA para interpretarla, para remitirla al deseo de Freud y al alejamiento de este deseo que ocurre en la asociación internacional de psicoanálisis. Porque Lacan tenía allí un buen ejemplo de lo que puede suceder con una Escuela que no se subjetiviza, que no se interpreta y que es llevada a un concepto de grupo o de comunidad.
En la actualidad, los miembros de la IPA se encuentran sumamente afectados por lo que ellos llaman “la crisis del psicoanálisis”. Oróstegui y otros, en un apartado titulado “problemas y vicisitudes del psicoanálisis” del año 2008, mencionan cuatro grandes problemas que enfrentan en la IPA: “1.la identidad del analista en formación, 2.dificultades en el proceso de supervisión y análisis didáctico, 3.captación de pacientes para psicoanálisis y 4.promoción y difusión del psicoanálisis”.
Según ellos mencionan, estos problemas ocupan un enorme número de trabajos y concluyen después de una larga revisión que “fue sorprendente encontrar gran cantidad de escritos al respecto, fuentes de todas latitudes, candidatos y psicoanalistas cuestionándose sobre el futuro del psicoanálisis y su enseñanza”.
Esto sucede porque ha venido dándose el hecho de que los analistas en formación: se identifican de manera especular e imaginaria a la persona del analista para lograr ser nominados, no consiguen pacientes que quieran acudir a cuatro sesiones semanales de cincuenta minutos el tiempo suficiente para llevar a supervisión el caso y graduarse, cada día son menos los pacientes que acuden al psicoanalista de la IPA y, en lugar de barrar esta asociación y dar con sus inconsistencias, en la IPA escogen hacer intocable el todo, buscando solucionar este impasse haciendo promoción y difusión de la práctica psicoanalítica tal y como ellos la plantean, intentando por la misma vía fallida como la neurosis.
Son muy interesantes las apreciaciones que allí se realizan respecto de la identidad del analista o sobre el uso de la transferencia. Por ejemplo, la asociación mexicana de psicoanálisis plantea que “el desarrollo de la identidad psicoanalítica es un concepto complejo en cuya génesis intervienen numerosos determinantes, que incluyen: El proceso a través del cual un candidato incorpora partes de su analista, introyecta la función analítica; esto hace que el análisis personal pueda continuar por el resto de la vida del analizando como una operación autónoma y cuasiautomatizada, ahora ya sin la presencia física del analista…”. Lo que significa que en lugar de llevar un análisis hasta sus últimas consecuencias y hacer pasar de esa experiencia algo que vaya de lo privado a lo público, hacen análisis didácticos de cinco años en los que dan por hecho que pueden prescindir de la posición del analista y de la transferencia.
Es impresionante cómo en un trabajo sobre los problemas del psicoanálisis una psicoanalista de la IPA comenta cómo después de “operativizar la contratransferencia como respuesta a la transferencia del
paciente”, disminuyó considerablemente el número de pacientes que veía y esto afectó de manera importante su trabajo, pasó de ver 30 pacientes diarios, a un máximo de 10. Según sus propias palabras, “unos empiezan análisis, pero encuentro que algunos de ellos no son analizables; otros dejan el tratamiento por temor a depender demasiado de mí”.
Al parecer, en la IPA sigue estando vigente el significante SAMCDA acuñado por Lacan y este es el nombre de su crisis. En el sentido de que sus problemas o vicisitudes, lejos de llevarles a interrogarse sobre su práctica ocasionan más bien el empuje a que la época se adecúe a sus estándares. Siendo que, en lugar de preguntarse ¿por qué no acuden los pacientes o no se sostienen en la cura?, o ¿qué sucede con el Ideal de analista en la Escuela, si no habría que revisar el concepto?, prefieren hacer promoción y difusión para así nunca interrogarse sobre su forma de hacer psicoanálisis.
Ahora bien, ¿de qué forma esto resulta útil al psicoanálisis lacaniano? Es tan sólo una muestra de la importancia que tiene la política lacaniana, que no se trata de la política en el sentido de la acumulación de poder o prestigio entre los pares, sino del lazo que cada analista en su soledad tenga con su escuela y con el partenaire psicoanálisis. De cómo el deseo de cada uno se sostenga en relación a la Escuela depende en buena parte, la prosecución del discurso analítico a lo largo de las épocas.
Podemos figurarnos qué sucedería en la IPA si Bassols les recordara su pregunta fundamental “¿cómo hacer de nuestros impasses las boyas de nuestra ruta?”, para así reconocer que es en la inclusión del síntoma y su saber hacer como se puede llevar adelante una escuela. Pero allá, la excomunión de Lacan da cuenta de que negar, excluir el síntoma por entenderlo en términos de disfuncionamiento, lejos de extinguirlo lo hace volver con la mayor insistencia y lo fortalece.
Fue Laurent, quien acuñó los principios rectores del acto psicoanalítico para indicar que en la Escuela fundada por Lacan no hay estándares pero sí principios que rigen al psicoanálisis. En una escuela que se sostiene incluyendo lo que le hace agujero, para poder ex – sistir.
Hay líneas precisas que Miller propone en su teoría de Turín, que serían suficientes para guiar el trabajo de la Escuela que Lacan llamaba suya, la nuestra:
Interpretar siempre la escuela como sujeto, reenviando a cada uno a su propia soledad. Haciendo una colectividad que sabe lo que es la soledad subjetiva. Sin excepciones que sostengan al menos uno en su excepción, sino más bien con una serie de excepciones al modo del sinthome, no parangonables unas a otras, excepciones que hagan valer la singularidad de cada uno en la Escuela. Donde sus miembros están del lado del no-todo, lo que hace existir en el movimiento lacaniano una dispersión necesaria para provocar el trabajo.
Es trabajo de cada uno ser miembro de la Escuela en la soledad del propio sinthome haciendo lazo con ella, trabajando desde lo que nos hace pregunta sin perder la transferencia del trabajo común, manteniendo la postura ética de preservar en primer lugar la relación al psicoanálisis mismo y enlazando esa satisfacción íntima que hay en cada quien, pero abierta y disponible como podemos ver en los AE. Formando parte de una Escuela que, como bien decía Miller, preserva su inconsistencia como su bien más preciado.
Claramente lo describe Anna Aromí en uno de sus testimonios de pase: “El significante ‘amigo’ tomó entonces un relieve distinto. ‘Amigo’ apareció entonces como una expresión del Otro tachado: un no-todo amigo, un no-amigo para todo. El goce y la amistad no hacen proporción. Así aprendí que se es amigo por compartir algún punto que se puede hacer entre varios, se le puede llamar transferencia de trabajo por ejemplo. Eso está en la base de una escuela en tanto se comparte la defensa del psicoanálisis. El problema es que el real del goce no es de varios, es del Uno. Y ahí no hay amistades que valgan, cada uno está solo. Quizá por eso el intento de la Escuela Una, como apuesta de reunión de esas soledades frente al real”.
Fotografía: Exposición André Masson, Grand Palais, 1977.