
¿Por qué la histeria goza de privarse?
Marianna Tulli
La histeria, esa estructura elevada por Lacan a estatuto de discurso, se hace presente hoy desde la particularidad de la época. Más allá de la cultura o la temporalidad parece que el malestar característico de la histeria es desear a condición de quedar insatisfecha. La insatisfacción sigue presente en el centro de su discurso. Es el deseo neurótico, sostiene un deseo que no se desinfla ya que nunca llega a realizarse, tal como establece Jacques Alain Miller (2003) en “La erótica del tiempo”, rechazando el carácter evanescente que a este compete. Niega la castración mediante ese mecanismo, hacer existir algo que puede satisfacerla a totalidad, pero esto no sucede ya que no puede obtener lo que quiere, es una trampa en la que la insatisfacción está asegurada, esta vendrá a ser una constante en todas las relaciones que establecerá: el otro, la vida, el destino, no le da «lo que quiere».
Rosa López (2013) relaciona el hacer existir este deseo con darse existencia a sí misma, “con la insatisfacción la histérica se dedica a sostener el deseo, el suyo y el del otro, porque al perderse el deseo la propia existencia del sujeto se ve amenazada. La caída del deseo arrastra para el sujeto histérico la caída del cuerpo entero, que a duras penas se mantiene”. Lo que le da consistencia es sostener el deseo, el suyo y el del otro, y allí entonces la insatisfacción tiene esa función. ¿Qué pasa con su consistencia que necesita este mecanismo?. Lacan puntualiza en referencia a Dora “de lo que ella es, no puede decir nada… no sabe situarse, ni donde está”, no sabe de sí misma, ¿es por ello esta inconsistencia? Hay un pendiente con el devenir mujer (a nivel psíquico por supuesto, esto no tiene nada que ver con lo biológico), no lo tiene dado, es un saber con el que no cuenta. Lacan en el Seminario III formula a la histeria como una pregunta: ¿qué es ser una mujer?
La histeria se priva del goce deseando donde no puede satisfacerse, “La histérica no desea a quien la quiere, sino que en general desea a otro, a alguien inaccesible”, es uno de los modos en los que esto puede presentarse, ya que hay tantos modos como histerias. ¿Cómo puede frenar una histeria este padecer al que se somete?, “¿Cómo freno esto?” preguntaba un sujeto histérico ante “un tormento” en sí misma que no soporta pero del que no sabe cómo desprenderse. Trabaja activamente la histeria para garantizar su privación.
La teoría y la clínica apuntan a que todo esto es una defensa contra su propio modo de satisfacción, ese ante el cual no tiene referencias, el del cuerpo. Es como si se defendiera de algo que tiene que ver con la existencia pero además de lo que atañe a la integridad de su ser.
La histeria también toma el recurso de darse un ser y consistencia mediante el amor, amor por el cual se identificará a lo que cree que su otro primordial desea, y a los lugares en los que será colocada por los otros de su historia en esa búsqueda de saber: ¿qué lugar ocupo en el deseo del otro? Para responderse el enigma por su ser, lo que la podría llevar a desempeñar muchos papeles en su vida que dicen más de los otros a los que ama que de sí misma.

Debajo de todo este aparato están las huellas iniciales de la lengua en su cuerpo, las cuales de forma azarosa determinaron su modo de gozar. Son plomadas del lenguaje que no están enlazadas a ningún otro y que por ende no entran en un discurso. Son enigmáticas por ello.
Las “Soluciones imaginarias y simbólicas no involucran el cuerpo de la mujer y su satisfacción en dicho cuerpo” Brodsky (2004). Es decir, las soluciones que se tomaron desde la interacción con los otros, por ejemplo desde su historia familiar, no responden ante el enigma de su satisfacción a nivel de cuerpo, ese goce que la conduce más allá del ser que se haya construido. ¿Sería entonces la privación una defensa ante ese goce? Cómo vemos una mujer no tiene dado un saber sobre su propio goce, sobre lo que la caracteriza realmente, debe construirlo, para ir más allá de la defensa, de la privación a la satisfacción.
Pienso que el problema de la histeria del “soy amada, ergo, soy” Rosa López, es la situación de dependencia en el que esto somete al sujeto, ya que es capaz de cualquier cosa por el amor que hace resorte a su identidad, esto conlleva en su inicio una privación, el foco de atención no es la propia satisfacción, es la del otro, y el cómo suplirla. Se pierden en el discurso de la pareja. Es como si el recurso ante la ausencia de referencias sobre lo femenino las lleva a un camino donde se pierden de si mismas por momentos, por momentos ya que la histeria de algún modo siempre hace objeción al discurso del amo.
¿Por qué la histeria tiene que hacer tanto para darse consistencia?, al final nos muestra la realidad de la constitución subjetiva del neurótico. En el caso de la histeria hay la pregunta por la mujer como brújula, por ende es una pregunta que también le da consistencia, ya que cuando no está la otra mujer en escena se asusta, pierde la referencia.
El espacio que se propone es propiciar una vía para constatar los modos de satisfacción que permitan la escritura de un saber sobre sí misma y un saber hacer con las condiciones más singulares de su existencia, que se responsabilice de sus propios modos de satisfacción, saliendo del discurso del otro, de la insatisfacción, de la queja.
¿Qué obstáculos se encuentran en el camino? Rosa López indica un problema con la imagen y con el saber sobre el goce en el cuerpo. ¿Qué sucede con la histeria y su cuerpo? Lo que se sabe es que ella tampoco lo sabe y todo eso es lo que la lleva a poner en acto su neurosis.

¿De qué se priva la histeria hoy?
Por: Yndira Parra
La lectura de los variados síntomas histéricos desde el inicio han sido un aporte fundamental para el estudio del comportamiento humano, y el psicoanálisis se ha colocado en primera fila, sacando el mayor provecho hasta la actualidad. Freud dignifica a la mujer histérica, otorgando una causalidad psíquica a síntomas incomprendidos, Lacan la eleva a uno de sus discursos orientadores de la clínica, una modalidad de lazo social, que hoy seguimos intentando descifrar en el cuerpo de la histérica, con su inscripción particular del cuerpo humano. Todo un reto para el saber médico agujereado por ella, ante la falta de causalidad orgánica, pareciera que el propio vacío de su existencia es traspasado al saber del otro científico, es que precisamente, ese es el punto enigmático, ella misma no sabe, ni ha encontrado un lugar que funcione como asidero, para si misma, la propia imagen en relación al cuerpo que no logra construir, la feminidad y lo que de allí se desprende.
Los síntomas van y vienen a lo largo del tiempo, algunos se mantienen, otros se renuevan con la época, producto de la conversión para Freud, como resultado del enfrentamiento de fuerzas internas opuestas, mostrando la división originaria del sujeto, viene a recordarnos que no somos autónomos, mucho menos cristalinos. La histeria con sus dificultades ante esta división originaria, nos enseña con su sufrimiento que no encontramos en nosotros mismos las bases o soporte de la existencia, atribuyendo esos poderes al deseo del Otro, perdiéndose ante su demanda y las identificaciones en juego según la moda. En cuanto a la constitución de los síntomas Lacan señala que el mecanismo histérico gira alrededor de la identificación al síntoma del otro, una especie de imitación, de copia, por la vía del deseo, cuya transmisión implica un movimiento de llamado al Otro, en esta relación fundamental se funda la existencia de la histérica, una suerte de dependencia psíquica, un llamado inconsciente a que ese Otro la sostenga en su imposibilidad de conocer lo que le pasa, un saber que de ser otorgado será de inmediato destituido, porque en el fondo de eso, ella no ha querido ni quiere saber, de allí proviene su esfuerzo tan laborioso para diluirse en los otros. El trabajo con la histérica es una mezcla de satisfacción y terror, marcado por la seducción que incita a caer en sus redes.

Rosa López, psicoanalista en Madrid, plantea tres problemáticas fundamentales, que caracterizan esta estructura. La pérdida en el amor, inexistencia e insatisfacción. La fragilidad de su identidad, y consecuentemente en el campo de la imagen en la relación con su cuerpo, está malograda, no le permite apropiárselo, prefiriendo quedarse atrapada en el mar de significaciones e identificaciones del Otro, evitando conectarse con su propia satisfacción, su intimidad, una existencia encadenada al deseo del Otro, termina desgastada de tanto esfuerzo implicado, algunas veces anulada ante la pregunta típica de esta estructura: ¿Quién soy o cuánto valgo para el otro? ¿Que pasa si el Otro me pierde? Relegando su ser a las atribuciones del Otro. Adornandose mucha veces con estereotipos de belleza, un semblante que enceguecen e impiden mirar realmente dentro de ella, lo más singular, aquello que la diferencia y que al mismo tiempo le produce horror, arrojándola a cierto aislamiento que le garantiza seguir mostrando una imagen de perfección que ante la manifestación de alguna falla, por más minúscula que sea, tiende a resquebrajarla.
La privación es un punto relevante en su modo de funcionamiento, sobre el cual Rosa López señala: «Un síntoma tan propio de la histeria es la frigidez, pues no se trata de una incapacidad para experimentar el placer sexual, sino más bien, una suerte de rechazo, una negación, incluso una lucha contra el placer, porque su verdadera preocupación estriba en preservar algo que podría ser infinitamente más precioso que el placer posible en la ocasión, algo que está ligado a la conservación del deseo de un goce absoluto. Lacan descubrió que la histérica goza de la privación.»
Privada del placer, de hacer lo que quiere, la histeria prefiere andar fugaz por el mundo, ella no puede quedarse donde le ofrezcan satisfacción, esto se traduce en la imposibilidad para establecer y mantener relaciones que demanden su presencia constante, por el contrario prefiere las relaciones inalcanzables, distantes, con hombre comprometidos o que por el contrario demanden un gran esfuerzo de su parte para construir o sostener un hombre. Se deshace en construirse ante el deseo del otro, es muy laboriosa nos recuerda Lacan, construyendo escenarios propicio para ella, donde pueda sostenerse en el otro, lo cual implica un gran esfuerzo que termina en una existencia precaria.
La privación histérica es poner en suspenso el placer, este aparece como puntos suspensivos en el aire, igual que la constitución de su personalidad, sin un cuerpo que la soporte para exponerse al placer sentido, el horror que le produce, le hace apartarlo desde el inicio, soportado por la dificultad con la imagen del mismo.
Finalmente, de que se privan las histéricas hoy día? Diría que desde siempre, de ser ella misma

Arte: Dustin Wolff. IG: graphic.custodian
Referencias bibliográficas
Graciela Brodsky (2004) “Clínica de la sexuación” NEL Bogotá.
Jacques Alain Miller (2003) “La erótica del tiempo”. Editorial Tres Haches. Argentina.
Jacques Lacan (1969 – 1970) Seminario XVII, “El reverso del psicoanálisis”. Editorial Paidos. Buenos Aires, Argentina.
Jacques Lacan (1955), Seminario III, “Las psicosis”. Editorial Paidos. Buenos Aires, Argentina.
Rosa López (2013) “La actualidad en la histeria”. NUCEP, Madrid, España.
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